Apuntalar la construcción de la mirada
con vigas de ceguera,
para que no se venga abajo
como una figura histérica en el viento
cuando lo visible se convierta naturalmente en invisible.
Ya que sólo si ponemos otras manos detrás de las manos,
otros pies debajo de los pies,
otra sombra a la vuelta de la sombra,
podremos encontrar el tacto del revés,
el camino del revés,
la forma del revés
al que estamos irremediablemente destinados.
Porque lo invisible no es la negación de lo visible,
sino tan sólo su inversión y su meta.
La sombra de una flor también perfuma.
Un recuerdo abre y cierra los párpados.
El amor es la contraseña del tiempo.
El revés es la zona
donde se encuentra todo lo perdido.
Roberto Juarroz, Sexta poesía vertical.
Ediciones Cátedra, 2012
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