Arequipa, Perú. Fotografia: Empar Sáez |
Los pasos
Y éste, ¿hacia dónde? Tan seco y tan distante
que me detengo para oirlo volver a mi cuerpo.
Para sentir entrar la sangre que arrojaba
al avanzar en círculos donde estuve parado,
inmensamente triste con mis cosas,
tan próximo a la jaula donde chilla mi papagayo rojo,
mi hermoso cinturón del norte (de Piura
o de Chiclayo, no recuerdo).
Cuando niño di muchos, aquellos cuentan hasta morir,
los más puros y crueles.
Aquel hacia la mariposa o hacia el gato
que murió al poco tiempo.
O aquel hacia la madre, para llorar sobre su oscura falda sin olores,
sobre su vientre que amo todavía como mi casa,
pecera, nido sombrío y fresco.
Hay otros. Cada uno de ellos da dolor.
De sed aquel que lleva al agua,
y el del amor es hueco, desdentado,
alimento pesado que me arroja en el más negro llanto,
en extrañas posturas de mono,
riendo de los dientes afuera
con la risa como una flor carnívora.
Pero todos los pasos
juntos, amándose y matándose,
suman; son un hombre que camina,
un peligroso instrumento contra la paz.
Unidos pueden mirar al cielo con paciencia.
Blanca Varela, Puerto Supe
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